La salvación de lo bello: ¿Qué es la experiencia estética?

En un contexto dominado por la cultura de la imagen, el scroll y el consumo visual inmediato, la experiencia estética se presenta como un espacio de resistencia, un lugar donde podemos escapar de la superficialidad y conectar de manera más auténtica con la belleza que nos rodea. Es en ese lugar, donde ponemos en juego nuestra vivencia subjetiva y desinteresada, para percibir lo bello y significativo de una obra.


En contraposición a la experiencia autoerótica, esa que se mira con ojo contemporáneo, alejándonos de lo otro, lo diferente y lo ajeno, centrándose en la satisfacción inmediata, directa, sin rodeos, y en la búsqueda de la perfección, la experiencia estética implica un proceso de transformación profunda en nuestra forma de relacionarnos con el arte. Nos invita a mirar con ojo activo, y a escapar de la pantalla para abandonar las expectativas preconcebidas, adentrándonos en territorios desconocidos, donde podemos encontrar lo abismal y lo negativo, lo que nos lastima y nos hiere. Es en la confrontación con lo otro, con lo que escapa a nuestra comprensión racional, donde nos vemos desafiados y transformados.

De todos modos, no es un camino fácil. Se requiere práctica, curiosidad intelectual, bajarnos por un momento de la montaña rusa de información que nos marea a diario, para detenernos a observar la obra con atención, realizar interpretaciones personales, mediar con nuestro intelecto e imaginación, buscando generar ese contacto con nuestros sentimientos y emociones de manera profunda.

En la otra vereda, se encuentra el arte de lo pulido, ese que elimina la distancia contemplativa, y no admite juicios, reflexiones, o interpretaciones.

La experiencia estética nos propone mirar más allá de las apariencias superficiales y sumergirnos en la complejidad y la diversidad del mundo. Nos incita a valorar la singularidad y la originalidad en lugar de buscar la uniformidad y la homogeneidad. Es a través de esta apertura hacia lo nuevo y lo diferente que encontramos la posibilidad de redescubrir la belleza en su forma más auténtica y genuina.

En un mundo saturado de imágenes y estímulos visuales, con cientos de filtros que nos enmascaran, nos alisan la piel y pulen el rostro, dejándonos pornográficamente limpios, la experiencia estética se convierte en un acto de resistencia y de emancipación. Nos desafía a ir más allá de lo obvio y lo predecible, a cuestionar los patrones establecidos y a buscar nuevas formas de expresión. Es en esta búsqueda constante que encontramos la chispa creativa que nos impulsa a explorar, experimentar y trascender los límites impuestos.

 

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