The Ramones: arte, rebeldía y moda.

El primer álbum de Los Ramones, lanzado en 1976, generó polémica y descontento entre la crítica especializada de la época, quienes no dudaron un segundo en atacar al unísono. Actualmente, este LP es considerado un hito en la historia de la música, y la banda se ha transformado en un ícono popular que ha trascendido generaciones, e incluso su propia música.


En los años 70, el panorama musical estaba dominado por géneros como el rock progresivo y el disco, caracterizados por su sofisticación y complejidad instrumental. En contraste, cuatro jóvenes de Queens, con flequillos al estilo Beatles, y camperas de cuero, presentaban una propuesta radicalmente diferente: su música era cruda, directa y aparentemente simple. Estas características chocaron con los estándares establecidos por la industria musical, que valoraba la virtuosidad técnica, el perfeccionismo y las elaboraciones artísticas complejas.

En ese sentido, la autenticidad y la sinceridad de la música de Los Ramones pueden ser interpretadas como una forma de resistencia contra la artificialidad y el conformismo imperante en la sociedad, más allá de la época. Su estilo minimalista y enérgico, con canciones rápidas y letras provocativas, reflejaba una rebeldía genuina y un deseo de romper con las convenciones. La fusión de influencias como el garage rock, el bubblegum, el surf y el rock and roll clásico de los 50s, proporcionó una nueva estética sonora que se convertiría en una referencia para futuras bandas. Los cuatro neoyorquinos se encargaron de realizar una interpretación muy personal de la música existente, buscaron la naturaleza (la esencia) en la estructura, y la adaptaron a sus limitadas habilidades técnicas.

A primera escucha, la música de este LP puede parecer discordante y desafiante, pero podemos encontrar belleza en su simplicidad. La experiencia compartida por los fanáticos en aquellas noches del CBGB, creó un sentido de comunidad y pertenencia. Las vivencias relatadas, que iban desde el consumo de drogas, la prostitución de hombres, los comics, hasta los amores adolescentes, pintaron a la perfección la realidad de varias generaciones alrededor del mundo. En un contexto adverso, la banda logró crear una obra de belleza singular, que se peleaba con lo que la industria vendía como “buena música”.

En Argentina, por aquellos años la Revista Pelo escribió una crítica lapidaria sobre la banda y su primer disco. “Feo”, “desagradable”, eran algunos de los adjetivos que se podían encontrar en aquella nota. No perdonaban que rompieran con la sofisticación y la musicalidad técnica que predominaba en la industria musical. Durante un tiempo se mantuvo la confrontación entre quienes eran los jueces del buen gusto artístico/musical y esta estética "fea" y subversiva (sub-versión), la cual hoy entendemos como una manifestación auténtica y liberadora del espíritu artístico.

Por otro lado, las letras de la banda abordaban temas cotidianos como el aburrimiento, la alienación, la falta de conexión emocional, y experiencias mundanas de todo tipo, representando una realidad urbana y juvenil en contraposición con la narrativa hippie del momento (pregonada fuertemente por dicha revista). Al explorar estas temáticas a través de su estilo salvaje y violento, se desestabilizaba la percepción tradicional de la música "buena" o "verdadera", y se ponía en evidencia la falsedad plástica del mainstream. El mensaje de la banda era claro: no hace falta ser un virtuoso para ser un artista.

A finales de los años 80, estas críticas habían quedado en el olvido, gracias a la ramonesmania que vivió el país. La banda neoyorquina se convirtió en un fenómeno de culto, despertando una pasión y devoción sin precedentes. En un contexto social y político complejo, donde la juventud buscaba una forma de escape y expresión, los monchos se convirtieron en su bandera. Los fanáticos argentinos adoptaron la estética punk y el estilo de vida ramonero como un acto de resistencia y liberación.

Volviendo al plano internacional, además de su impacto musical, el álbum de Los Ramones también tuvo una relevancia estética y cultural. Su icónico logo, sus peinados y su vestuario característico, se convirtieron en una expresión de identidad y rebeldía para muchos jóvenes a través del tiempo, quienes adoptaron a la banda como una manifestación crítica a la normalización de la sociedad. Pero, aunque al principio fue visto como una forma de contracultura, con el tiempo fue apropiado por la industria y el capitalismo, para ser pulido y comercializado como una mercancía más, perdiendo en cierta medida su esencia original. No es raro ver el logo de la banda  (que algunas vez fue símbolo de pertenencia) en remeras de marcas de moda, que nada tienen que ver con la mística del grupo. Es claro que, no hay belleza que el mal no pueda convertir en instrumento de dominación y consumo, reduciendo su espíritu en pos de la mera auto-reproducción capitalista.

En este sentido, los iconos populares (en este caso una banda de rock, pero también se puede aplicar a personajes ficticios, o productos de entretenimiento), tienen un alto valor simbólico y emocional para las personas. El capitalismo aprovecha este valor para generar demanda y obtener beneficios económicos a través de la comercialización de estos iconos. Además, es evidente el intento por homogeneizar y estandarizar la cultura para maximizar su alcance y rentabilidad, no solo por un fin económico, si no como un intento por despojarlos de su potencial crítico y subversivo. Por eso, creo que es clave poder reconocer la manipulación y el dominio del sistema, para buscar formas de reafirmar el valor original de estos iconos, rescatando su potencial emancipador.

A pesar de la falta de reconocimiento inicial, el legado de la banda trascendió las barreras musicales y su influencia se extendió a lo largo de décadas. Su estilo influyó en numerosas bandas posteriores y dejó una huella imborrable en la historia del rock. Este fenómeno plantea interrogantes sobre los criterios de valoración artística, y cómo el tiempo y el contexto pueden afectar la apreciación crítica. ¿Quién posee la verdad sobre el arte y su belleza? ¿Puede el arte, si deviene en acto de resistencia, trascender al tiempo?

La verdad sobre el arte y su belleza no pertenece a una única entidad o individuo. Diversos filósofos y críticos han intentado establecer criterios objetivos para evaluar y definir la calidad artística, pero en última instancia, la apreciación del arte es subjetiva y personal. Cada individuo tiene su propia perspectiva y experiencia que influyen en su percepción de lo bello. El arte tiene el potencial de trascender al tiempo. A lo largo de la historia, hemos visto cómo obras de arte que desafiaron las normas establecidas, convirtiéndose en manifestaciones de resistencia, han perdurado y mantenido su relevancia. Estas obras encuentran eco en diversas generaciones, ya que tocan temas universales y evocan emociones profundas.

La persistencia de un mismo estilo musical puede ser entendida como un acto de autenticidad y coherencia. Los Ramones se mantuvieron fieles a su sonido característico de punk rock acelerado y enérgico, rechazando las influencias comerciales y las tendencias pasajeras. A su vez, mantuvieron un mismo look durante 22 años, esquivando las modas y rompiendo con todos  los estándares convencionales o dominantes de imagen y estética. En un mundo donde las imposiciones musicales y las demandas del mercado pueden ser avasalladoras, su decisión de no ceder a la presión y seguir su propio camino demuestra una integridad artística notable.

Para ir terminando, creo que la valía artística no se encuentra en la conformidad con los estándares establecidos, sino en la capacidad de trascender las limitaciones impuestas por un contexto social e histórico, la industria y la crítica. La autenticidad y rebeldía de Joey, Dee Dee y compañía, siguen resonando en la música y en la cultura popular hasta el día de hoy. Se han convertido en una señal de resistencia frente a la homogeneización de la música comercial, extremadamente pulida en sonido y esencia. El amor hacia la música trasciende lo meramente estético y se adentra en el terreno de lo emocional y lo subjetivo, de lo irracional y lo sublime. Es a través de la música que se establece una comunicación profunda y significativa, donde se expresan experiencias compartidas, emociones y pensamientos. Es una afirmación de la vida.

Para concluir, creo que siempre es importante reflexionar sobre el papel de la música y el arte en nuestras vidas, cómo nos afecta emocionalmente y cómo contribuye a nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos, invitándonos a cuestionar los criterios de valoración impuestos y a encontrar una conexión y apreciación auténtica y personal. Más aún en estos tiempos de consumo veloz de información, en donde el arte parece ser cada vez más uniforme y complaciente.

 

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