The Ramones: arte, rebeldía y moda.
El primer álbum de Los Ramones, lanzado en 1976, generó polémica y descontento entre la crítica especializada de la época, quienes no dudaron un segundo en atacar al unísono. Actualmente, este LP es considerado un hito en la historia de la música, y la banda se ha transformado en un ícono popular que ha trascendido generaciones, e incluso su propia música.
En los años 70, el panorama musical estaba dominado por géneros como el rock progresivo y el disco, caracterizados por su sofisticación y complejidad instrumental. En contraste, cuatro jóvenes de Queens, con flequillos al estilo Beatles, y camperas de cuero, presentaban una propuesta radicalmente diferente: su música era cruda, directa y aparentemente simple. Estas características chocaron con los estándares establecidos por la industria musical, que valoraba la virtuosidad técnica, el perfeccionismo y las elaboraciones artísticas complejas.
A primera escucha, la música de este LP puede parecer discordante y desafiante, pero podemos encontrar belleza en su simplicidad. La experiencia compartida por los fanáticos en aquellas noches del CBGB, creó un sentido de comunidad y pertenencia. Las vivencias relatadas, que iban desde el consumo de drogas, la prostitución de hombres, los comics, hasta los amores adolescentes, pintaron a la perfección la realidad de varias generaciones alrededor del mundo. En un contexto adverso, la banda logró crear una obra de belleza singular, que se peleaba con lo que la industria vendía como “buena música”.
En Argentina, por aquellos años la Revista Pelo escribió una crítica lapidaria sobre la banda y su primer disco. “Feo”, “desagradable”, eran algunos de los adjetivos que se podían encontrar en aquella nota. No perdonaban que rompieran con la sofisticación y la musicalidad técnica que predominaba en la industria musical. Durante un tiempo se mantuvo la confrontación entre quienes eran los jueces del buen gusto artístico/musical y esta estética "fea" y subversiva (sub-versión), la cual hoy entendemos como una manifestación auténtica y liberadora del espíritu artístico.
Por otro lado, las letras de la banda abordaban temas cotidianos como el aburrimiento, la alienación, la falta de conexión emocional, y experiencias mundanas de todo tipo, representando una realidad urbana y juvenil en contraposición con la narrativa hippie del momento (pregonada fuertemente por dicha revista). Al explorar estas temáticas a través de su estilo salvaje y violento, se desestabilizaba la percepción tradicional de la música "buena" o "verdadera", y se ponía en evidencia la falsedad plástica del mainstream. El mensaje de la banda era claro: no hace falta ser un virtuoso para ser un artista.
A finales de los años 80, estas críticas habían quedado en el olvido, gracias a la ramonesmania que vivió el país. La banda neoyorquina se convirtió en un fenómeno de culto, despertando una pasión y devoción sin precedentes. En un contexto social y político complejo, donde la juventud buscaba una forma de escape y expresión, los monchos se convirtieron en su bandera. Los fanáticos argentinos adoptaron la estética punk y el estilo de vida ramonero como un acto de resistencia y liberación.
Volviendo al plano internacional, además de su impacto musical, el álbum de Los Ramones también tuvo una relevancia estética y cultural. Su icónico logo, sus peinados y su vestuario característico, se convirtieron en una expresión de identidad y rebeldía para muchos jóvenes a través del tiempo, quienes adoptaron a la banda como una manifestación crítica a la normalización de la sociedad. Pero, aunque al principio fue visto como una forma de contracultura, con el tiempo fue apropiado por la industria y el capitalismo, para ser pulido y comercializado como una mercancía más, perdiendo en cierta medida su esencia original. No es raro ver el logo de la banda (que algunas vez fue símbolo de pertenencia) en remeras de marcas de moda, que nada tienen que ver con la mística del grupo. Es claro que, no hay belleza que el mal no pueda convertir en instrumento de dominación y consumo, reduciendo su espíritu en pos de la mera auto-reproducción capitalista.
A pesar de la falta de reconocimiento inicial, el legado de la banda trascendió las barreras musicales y su influencia se extendió a lo largo de décadas. Su estilo influyó en numerosas bandas posteriores y dejó una huella imborrable en la historia del rock. Este fenómeno plantea interrogantes sobre los criterios de valoración artística, y cómo el tiempo y el contexto pueden afectar la apreciación crítica. ¿Quién posee la verdad sobre el arte y su belleza? ¿Puede el arte, si deviene en acto de resistencia, trascender al tiempo?
La verdad sobre el arte y su belleza no pertenece a una única entidad o individuo. Diversos filósofos y críticos han intentado establecer criterios objetivos para evaluar y definir la calidad artística, pero en última instancia, la apreciación del arte es subjetiva y personal. Cada individuo tiene su propia perspectiva y experiencia que influyen en su percepción de lo bello. El arte tiene el potencial de trascender al tiempo. A lo largo de la historia, hemos visto cómo obras de arte que desafiaron las normas establecidas, convirtiéndose en manifestaciones de resistencia, han perdurado y mantenido su relevancia. Estas obras encuentran eco en diversas generaciones, ya que tocan temas universales y evocan emociones profundas.
La persistencia de un mismo estilo musical puede ser entendida como un acto de autenticidad y coherencia. Los Ramones se mantuvieron fieles a su sonido característico de punk rock acelerado y enérgico, rechazando las influencias comerciales y las tendencias pasajeras. A su vez, mantuvieron un mismo look durante 22 años, esquivando las modas y rompiendo con todos los estándares convencionales o dominantes de imagen y estética. En un mundo donde las imposiciones musicales y las demandas del mercado pueden ser avasalladoras, su decisión de no ceder a la presión y seguir su propio camino demuestra una integridad artística notable.
Para concluir, creo que siempre es importante reflexionar sobre el papel de la música y el arte en nuestras vidas, cómo nos afecta emocionalmente y cómo contribuye a nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos, invitándonos a cuestionar los criterios de valoración impuestos y a encontrar una conexión y apreciación auténtica y personal. Más aún en estos tiempos de consumo veloz de información, en donde el arte parece ser cada vez más uniforme y complaciente.
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